Tuesday, August 23, 2011

No es lo mismo tercero que segundo.


Este pasado lunes, Canadá despertó lista para ir a trabajar y desayunó con la noticia de que cerca de las cuatro de la mañana, el hasta hace unas pocas semanas líder oficial de la oposición en la sala de legisladores, el señor Jack Layton, había fallecido después de perder su pelea contra el cáncer.  No sólo es esta pérdida lamentable como cualquier otra cuando se apaga tempranamente una vida que fue un hijo, padre, abuelo y amigo, sino porque tiñe de gris un sector del espectro político de esta comunidad de treinta y algo millones de personas.  Los mismos que además nos quedaremos sin la oportunidad de saber si el buen líder era en verdad un buen político estadista.  
Hasta ahora todos los analistas políticos coinciden en afirmar que Layton fue un líder político con muchos logros personales y para su partido político, el NDP (New Democratic Party), un partido entre la extrema y centro izquierda.  El mayor logro se dio en las elecciones federales del pasado mes de mayo cuando el NDP, liderado por Layton logró convertirse en la segunda fuerza política, sólo detrás de los conservadores (derecha pura).  El partido liberal (de izquierda pero el más centrista de los tres), hasta entonces el segundo partido político, sería relegado al tercer lugar, perdiendo el título de “oposición oficial”.
Menciono los resultados de la elección del pasado mes de mayo como antecedente porque hasta entonces el NDP de Layton siempre fue el tercer partido al que nunca le correspondió negociar o pactar con el partido de gobierno, y siempre pudo criticar a viva voz sus diferencias con las decisiones del gobierno o con los pactos acordados por la oposición oficial (los liberales).  Es decir, ser cien por ciento crítico no tenía entonces ningún tipo de consecuencia, nunca fue necesario negociar o comprometer una postura, y si se estaba de acuerdo con alguna propuesta, pues se estaba de acuerdo y todos en paz.
Muy pocas semanas después de las elecciones, Layton se retiraría temporalmente para enfocarse en su enfermedad...
En Canadá y USA es muy probable que sólo uno de cada diez personas que nacen (o se hacen) para ser líderes, tiene una visión de la política como herramienta para la justicia social, es decir, es de izquierda.  Así que en este sentido, esta pérdida se me antoja más significativa.  Más aún, la oportunidad que realmente nunca tendremos es la de saber si el líder carismático que durante años creció la base de su partido a expensas de contrastarse con los únicos dos partidos gobernantes, también tendría la capacidad (¿voluntad?) de mimetizar posturas con el partido de gobierno, ahora que tendría la responsabilidad de hacer que el país se moviera.
Y para los que no les gusta leer de política pero que sin embargo siguen leyendo:  ¿Acaso no se han encontrado ustedes muchas veces con gente que es muy buena criticando a sus jefes (gobierno) o colegas más influyentes (la oposición oficial), pero que cuando se les ha dado la oportunidad no han demostrado capacidad o voluntad de cambiar lo mismo que se criticaba con la mayor fuerza?
En fin, para los que gustamos seguir la política nos quedaremos sin la oportunidad de conocer al Jack Layton estadista, y seremos testigos del nuevo ajedrez político a falta de la siempre poderosa “Reina Negra” (que no el rey, porque este juego no se ha acabado).  Y para los que no les gusta, también les daremos un consejo para que no se vayan con las manos vacías:  antes de criticar, preguntémonos primero si estaríamos dispuestos a cambiar las cosas de estar nosotros en la posición de autoridad.
Descanse en paz señor Layton.
Sinceramente,
alberto juan.

Tuesday, August 2, 2011

Del qué y el cómo, del plan y el propósito.

¿Cuántas veces no hemos escuchado (o dicho) la frase “planear no sirve para nada porque las cosas siempre salen de otra manera”?  Aunque siempre me sonó a excusa, debo reconocer que sí, que casi en la totalidad de los casos algo sale como no está planeado. 
Siempre he sido de los que escuchan la frase y comienzan a justificar las razones por las cuales es importante tener un plan:
Estar mejor preparado.
Analizar mejor la situación.
Descubrir los detalles escondidos en lo obvio.
Evitar la improvisación.
Etc.,etc.  
Al final de los argumentos, yo he seguido sintiendo la importancia que tiene una buena planificación, pero nunca he convencido a nadie que opine lo contrario.  Quizás porque al final del día todos sabemos que ciertamente las variables son muchas y terminamos llegando al mismo sitio por muchas vías menos la que se ha planeado.
Hace unos pocos días, lo comprendí mejor:  planificar es importante pero no es lo primero.  No es “completar el plan” lo que lleva al éxito, es “lograr el propósito”.  ¿Acaso cuando logramos el objetivo, incluso si “el plan” ha fallado, no nos alegramos?  Es porque se ha logrado “el propósito”.
Si nos enfocamos en “hacer cumplir el plan” por encima de “llegar al objetivo”, lo más seguro es que tengamos más dolores de cabeza de los necesarios.  
Los logros que nos hacen felices y exitosos normalmente responden a preguntas que comienzan con un “qué” y no con un “cómo”:  Qué quiero ser, qué quiero hacer, qué quiero tener.  Por ejemplo, si el propósito es tener una vida activa, en realidad no debería importar tanto que sea jugando al fútbol, béisbol, o hockey, sino simplemente salir a divertirse y competir.
En adelante, cuando me proponga una empresa voy a enfocarme más en definir mejor el objetivo o el propósito, y un poco menos de esfuerzo en hacer un plan detallado.  Seguramente así disfrutaré mejor, no sólo llegar a puerto, sino también la travesía.  A mis amigos que siempre usan la frase simplemente les preguntaré si tienen claros los objetivos, si están seguros del propósito que quieren lograr, me aseguraré que están comprometidos con el “qué”, y luego les diré que me parece bien, que ellos mismos ya encontrarán el “cómo” lo lograrán.  De otra manera, sabré que la frase simplemente fue utilizada como una excusa para dejar que sea la corriente del río la que los lleve a puerto, seguramente quejándose durante toda la travesía.
Sinceramente,
alberto juan.