Wednesday, April 27, 2011

Callar para no ofender(se)

En menos de una semana tendremos elecciones en Canadá para elegir (o reelegir) al próximo Primer Ministro.  Tratándose de política, existe una larga lista de temas sobre los que se puede opinar:
La apatía de los más jóvenes por ir a votar.
Conservadores contra Liberales.
Si es necesaria o no ésta elección, o si llega en un buen o mal momento.
Idealismo contra Pragmatismo.
Et cetera.
Todos temas válidos y reales.  Real también, es el hecho de que cada vez es más difícil encontrar a alguien con quien discutir cómodamente estos asuntos.  Lo digo no porque quiera convencer o influenciar con mis argumentos, sino ¡porque tengo muchas preguntas!.  Me sorprende un poco que una persona para quien la única implicación con la política local sea a través de los “mass media”, esté tan o más enterado que muchos quienes están en posiciones de mayor influencia, pueden estar siendo más afectados, o simplemente se esperaría estuviesen más motivados por involucrarse en esta elección.  Entonces las preguntas se me hacen una:    
- ¿Por qué razón no nos gusta discutir sobre política?
La respuesta más evidente siempre será que no nos gusta discutir sobre temas como política (o religión) para no herir sensibilidades.  No podría estar más de acuerdo, PERO:  En realidad me parece que “deep inside” (muy en el fondo) se trata de no herir nuestra propia sensibilidad discutiendo asuntos que, sin querer reconocerlo, desconocemos.
¿Cuántas veces hemos escuchado (o dicho) la frase “No me interesa la política porque nunca me ha (o no me va a) resuelto mis problemas”?.  Pues no me suena nada distinto a frases como “A este cliente sólo le interesa el precio de la oferta, no la calidad de servicio o el soporte técnico”.  Es decir, aunque tengan algo de verdad (no vivimos en un mundo de fantasía) no son realmente las causas por las que no le dedicamos el mínimo esfuerzo a discutir asuntos políticos o a preparar una buena propuesta técnica al cliente.  La realidad es que son la excusa perfecta, porque son aceptadas por los demás, por no sentirse competente y/o no querer darle la importancia merecida a ciertos asuntos.
Se nos hace difícil decir (y sentir) que no sabemos.  Se entiende.  Pero por qué menospreciamos los asuntos a discutir o resolver por ésta razón.  No sería más sensata la frase “Entiendo la importancia del tema, del cual sólo podría opinar A y B y un poco de C, pero sinceramente no le he dedicado el esfuerzo que se merece para discutir más lejos de esto”.  Con esta fórmula no se menosprecia al asunto, se contribuye, y se explican elegantemente las limitaciones propias.  Para demostrar este punto, pregúntenle Ustedes al próximo individuo que les diga que no le interesa la política si le gustaría vivir en anarquía, sin líderes ni gobierno.  Entonces sí nos interesa la política, el problema es que no nos gusta decir que lamentablemente no le dedicamos el tiempo y esfuerzo que se merece, así como tampoco disfrutamos entrar en una conversación sin argumentos.   
En definitiva, opino que en general debemos cuidarnos de ofrecer conclusiones porque sean las “vías rápidas” o “conocimiento general” sobre como proceder en ciertos asuntos, para disfrazar ciertas carencias de conocimiento, competencia técnica, etc.  Es más sensato ofrecer una respuesta AND (Y) un contexto sobre el cual esa respuesta es válida o no, los aspectos que se toman en cuenta y los que simplemente se desconocen.
Me gustaría terminar escribiendo que “lo ideal es dedicarle el tiempo necesario a los asuntos importantes”, pero una voz interna me recuerda “lo ideal sería poder tener el suficiente tiempo para hacerlo”.
Sinceramente,
Alberto juan.

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